Cuando uno se convierte en madre, primeriza, el embarazo le pasa muy rápido al principio, y muy lento al final. Es la impaciencia de tener al bebé en brazos y así saber que el embarazo ha terminado como debía…y, por supuesto, de conocer al nuevo integrante de la familia.
Después, cuando una lleva un mes de dedicar su vida a un bebe, está cansada, no ha dormido, no sabe qué día es, no recuerda las duchas sin prisas, se pelea consigo misma cada vez que no entiende porqué llora el bebé, lucha por establecer la lactancia, entonces piensa cosas cómo ¿cuándo volveré a dormir una noche entera? ¿cuándo entenderé lo que necesita? Cuándo, cuándo y un montón de cuandos . Y metida en unos días que parecen alargarse 48 horas y pegarse unos con otros, parece faltar tanto…y a su vez, te parece que ese mes se le ha hecho larguísimo pero tu bebé cumple un mes y te parece que fue ayer cuando lo viste por primera vez.
Cuando un bebé está en el útero uno tiene ganas que salga para conocerlo, cuando nace uno quiere que vea bien y te sonría, que camine, que hable; cuando habla uno piensa en que pronto se le entenderá lo que dice y la comunicación será mucho más fácil; o cuando gatean ya uno está pensando en que dejarán de ir en brazos y en un abrir y cerrar de ojos estarán caminando.
A mi, experta en pensar «qué voy a hacer mañana» almenos me pasaba así…
Cuando nace el segundo, se mezcla lo antes mencionado con ¿cuando dormiré una noche entera? (sí, otra vez se repite el tema…es que dormir, es un tema) o ¿cuando dejará el mayor de llamarme para todo? y con ¿cuando se entretendrán juntos? a lo que le siguen dudas como ¿se llevarán bien? ¿jugarán?
Siempre tendemos a pensar en la fase siguiente del bebé o el niño, con un poco de suerte sin olvidarnos de atesorar y disfrutar esa fase que el niños está viviendo; porque los niños van hacia adelante…pero no vuelven hacia atrás para que podamos disfrutar una de esas etapas de nuevo. Y todas esas fases futuras que nos apetece conocer de nuestros hijos y nos parece que son muy lejanas…pasan muy rápido! Cumplen 2, 3, 4, 5 años y nos damos cuenta que han pasado volando! Los vemos y no sabemos cómo ha pasado todo tan rápido, como pasaron de estar en la barriga a ser unas mini personitas, con personalidad y criterio propio. Miramos sus fotos de bebés y querríamos volver atrás y pasarnos horas con ellos en brazos, sin nada más que hacer que mirarnos (ya se nos ha olvidado el cansancio y todo lo demás, y solo quedan los recuerdos bonitos 🙂 )
Me pasa que, pienso, cuando vivimos esos momentos, esos primeros años de maternidad/paternidad, llenos de primeras veces, llenos de pensar en próximas etapas o de echar de menos las anteriores, cuando nos damos cuenta con un bebé puede convertir un instante en algo imborrable en nuestra memoria, es cuando más aprendemos a atesorar el valor del momento, del hoy, del presente, de las pequeñas cosas, y creo que muchos aprendemos en el camino a desprendernos de cosas que antes considerábamos tan importantes y que nos parecen ahora tan insignificantes al lado de estas experiencias, de éstos momentos que valen más que todo el oro del mundo.
Por ello, no debemos ser impacientes por conocer y vivir la siguiente etapa de nuestros niños. Pongámosle pausa a ese sentimiento. Todo llega. Miremos, sintamos, vivamos cada etapa. Y disfrutémosla!
¡¡Chica…!! ¡¡Qué hermoso!! Cada día pienso en estas cosas de las que hablas… Cada día siento que el reloj corre más de la cuenta… Cada día me encuentro con que mi niña es un poco más mayor… Cada día me pregunto por qué el tiempo vuela… Y cada día intento empatizar con ella, para tratar de ponerme en su situación y pensar que no pasa nada porque se tire 5 minutos despatarrada en el suelo, mirando unas hojas de árbol. Es más… seguramente sean los 5 minutos mejor invertidos del día.
¡¡Te juro que yo realmente no tengo ninguna prisa!! 🙂
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Jajajaja…yo he aprendido a olvidarme de las prisas con ellas..creo que cuando tienes hijos es realmente cuando te das cuenta que el tiempo vuela…como cohete! Un beso!
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